El secuestro de una parte de nuestra realidad
Ante la pertenencia a diversos grupos de actividades las
personas la mayoría de veces no llegamos a encontrar en nosotros la sensación
de pertenecer. Es como si estuviéramos sin estar estando. Lo mismo ocurre en
diversos aspectos de nuestra vida, ya sea emocional, amical, familiar, etc.
“soy encargada de X, pero no me llego a sentir así, no lo interiorizo, no dejo que entre y forme parte de mí. Es una chaqueta que me pongo y me quito según me venga en gana”.
O “formo parte de un grupo de investigación, pero tampoco permito que esto penetre en mí. El grupo es una cosa y yo otra, y a veces cuentan con mi participación. Yo no me responsabilizo”.
-¿A cuántos les ha pasado que al comenzar una relación
comienzan con reservas? No se entregan ni lo dan todo por si las cosas luego
salen mal, por si fulanito o fulanita les dice que al final resulta que no está
enamorado/a?
-¿A cuántos les ha pasado que empiezan un nuevo proyecto
tanteando el terreno, con prejuicios, sin expresar ni mostrar lo que piensan y
sienten?
-¿A cuántos les ha pasado que están estudiando, y durante
ese tiempo revisan el correo, el Facebook, los mensajes que llegan al móvil,
miran algo en internet?
Como ven, es algo recurrente en muchos y sabemos que se debe
a una reserva. A un estar a medias, a un estar mediocre. Reservas ante el dar y
el disponerse.
Algo habitual es que cuando alguien habla de esos grupos o
proyectos a los que uno pertenece es como si estuvieran hablando de algo ajeno
a uno mismo, y siempre hemos de preguntar si nos incluye o no. ¿Curioso,
verdad?
También ocurre con lo familiar, con los amigos, sentimos que
están sin estar.
En general todo a nuestro alrededor se vive así en la
sociedad actual, relaciones afectivas, de amistad, de proyectos, familiares, etc.
Todo es ajeno a uno. Y todo está "fuera de mí”. Deambulamos por la
superficie sin realmente llegar a inmiscuirnos en nada, preparados para la
estampida, para la huida. Pensamos que podemos controlarlo todo, que de
nosotros depende. ¡Qué soberbia!
También en relación a trabajos y relaciones afectivas se oye
repetidamente “la falta de compromiso”, claro, al no llegar a sentir que algo
está en ti, que todo es ajeno a uno, no
sientes la responsabilidad, ésta le pertenece a otro.
Tantas reservas, que no hacen más que perjudicarnos a
nosotros mismos… Tantas cosas se escurren de nuestras manos por no habernos
mostrado, entregado, por no haber estado presentes.
Prevención, seguridad, oportunidad.
En el fondo MIEDO, miedo a quedarse sin nada, miedo al
rechazo, miedo a que no funcione, tantos miedos… y tan estúpidos… sin embargo
tan paralizadores. Mayores en las mujeres todas estas cortapisas, dependemos
aún más que el varón del reconocimiento ajeno, de que nos quieran... El alma
vive encarcelada, con las alas cortadas sin poder despegar.
“Miedo al compromiso” –dicen unos- porque creemos que
perdemos la libertad, ¿verdad? Porque no vamos a poder hacer lo que nos dé la
gana cuando queramos y como queramos… Pero es que ¿acaso hay mayor esclavo de
sus propias barreras que aquél que no vive por miedo a perder “la libertad”, y
que no es capaz de atravesar las barreras?
Estamos ante la reserva que el sujeto tiene de cara a su
seguridad. ¿Qué seguridad? Las establecemos continuamente para eludir
responsabilidades, testimonios…pero al final del camino y bajo esta perspectiva
no se encuentra ninguna seguridad.
Esto le pasa a muchas personas, se ve en tantas enfermedades
auto-agresivas, autoinmunes… La vida no tiene ningún sentido, porque no tiene
ningún guión, ningún papel…No porque no le hayan entregado uno, sino porque no
ha querido cogerlo… Y claro, así… todos somos muertos vivientes.
Sin embargo, a nosotros todos los días nos invitan las
circunstancias a entregarnos a cada instante como si fuera el último. Eso es lo
que hay que hacer. Más si decir “me comprometo o no”… , pensar que esto es
único, esto no se va a volver a repetir… No es ni ayer, ni mañana, es el ahora,
y si no vivimos el ahora qué vamos a vivir y eso es entregarse al 100% a cada
instante. Como el amanecer o atardecer de cada día, que jamás volverá a ser el
mismo.
Sería un buen ejercicio irse a la cama cada día pensando
“hoy ha sido un día redondo, redondo porque nos hemos entregado al 100% en cada
instante porque hemos puesto lo mejor de nosotros, nuestras mejores
habilidades, nuestros mejores sentires”. De esta manera no caemos en las medias
tintas, no hay nada de qué arrepentirse,
no hay culpas. Hemos hecho lo que teníamos que hacer …
Cuando hacemos lo que tenemos que hacer, aunque nos cueste
un esfuerzo superior a nosotros, la fe nos será dada y el sentido de las cosas
aparecerá. Volveremos al escenario de la Vida.
“Sobreponer poner el deber a la querencia y así poco a poco
la querencia se hace amor. Cuando estás en lo que tienes que hacer, la cosa
cambia. Actúa como si fe tuvieras y te será dada”.