Consensos
Consensos... oportunidad
Por Claudia Magnou
Me alegra estar en un nuevo año, sintiendo que el consenso,
como guía de esperanzadoras visiones, nos puede llevar en común hacia nuevas
dimensiones… aquellas que nos esperan desde SIEMPRE.
Y ello me lleva a compartir algunas sensaciones y sentires,
como fémina, representante de la vida… Vida, que en permanente consenso nos
habilita, nos anima, nos lleva.
En el año del Caballo de madera, la expansión nunca antes
vista en el Universo, como nos ha dicho nuestro Maestro… decirles que…..
En su hábitat natural, el caballo no va solo, se mueve en
manada. Quien lleva la manada es una hembra mayor, lidera en base a que es la que tiene más
experiencia, porque permanece, y al permanecer se hace confiable. Los
sementales van y vienen.
¿Quién no depara en un caballo, en su belleza, en la
elegancia de su movimiento y en su libertad, cuando recorre sin fronteras los
campos, como si la Tierra hubiera sido hecha para galopar?
Noble animal, que ha dejado que el hombre monte en su lomo,
durante siglos, quizás esperando que alguna vez, esté dispuesto a evolucionar,
y emprenda el vuelo, dejándose llevar.
Pero el hombre, ha preferido considerarlo bruto, digno de
domesticar, y así, lo ha acompañado, a lo largo de los tiempos, en sus
conquistas, en sus batallas, en sus competiciones y amaestramientos. Muchos
amarres y ataduras ha tenido que ponerle, cuidados y mimos proporcionarle, para
que permanezca con su amo, abandonando su anhelo de galopar libre.
Algunos seres que han optado por ver qué es lo que el
caballo les puede enseñar, abandonando el afán de domesticarlo y mostrarlo como
trofeo, nos cuentan que el caballo es delicado por naturaleza. Y esa delicadeza
se da, cuando pasta suelto en la pradera, allí puede aquietar su mente, y como
la imagen transparente que se refleja en un lago, se transforma en lo que en
verdad es. Y esa delicadeza, viene de dentro y se mantiene siempre. Cuando
domamos al caballo, lo adiestramos para que sea ligero, y haga piruetas para
mostrar, y toda su delicadeza desaparece… hosco y huraño se vuelve.
El caballo se conecta con el hombre, cuando éste es
auténtico; cuando se muestra en lo que siente, ya sea que esté triste o que
esté contento. Cuando percibe, en el humano, el miedo por controlar las
emociones, por imponer y dominar, se aleja. Por ello, el caballo puede ser un
reflejo de cuán unificados estamos en nuestro pensar, sentir y hacer.
Algunos consideran que no todas las personas pueden
acercarse a un caballo, ya que, como recogen muchas culturas, está en el límite
entre el mundo real, visible, material, y ese otro mundo simbólico, invisible,
de sueños… El caballo se apercibe de si el hombre, en su consciencia, es capaz
de integrar ambos mundos, traer lo invisible a lo visible. Y es parte de su
labor, reflejarnos nuestra ignorancia de no ser capaces de lograrlo… “no lo
estás haciendo bien, te falta”. Ello hace que, al reflejar lo negativo, el
humano pueda sentirse frustrado, despertar sentimientos negativos hacia sí
mismo, como ocurre muchas veces con quienes trabajan con caballos. Y ante ello,
el hombre lucha, impone, lo arrastra, lo espolea y azuza, aún cuando eso
implique un daño, un sufrimiento y un dolor para el animal.
Otros nos cuentan, que al comunicarse con el caballo desde
su estar, sin frenos ni monturas, desde el respeto, se abre en el hombre una
fuente de inspiración, que aumenta la capacidad de comunicación verbal,
integrando a su vez, la palabra con una armonía del movimiento del cuerpo, una
coherencia… y la delicadeza comienza a
brotar de dentro.
Todas estas cosas que hemos recogido, de la experiencia de
otros, nos han llevado a reflexionar…
Como servidor hacia el reino de lo humano, ¿no estará
mostrándonos el caballo nuestra evolución como Humanidad? Seres que hemos sido
colocados en este Paraíso terrestre para expandirnos sin fronteras, sin
límites, con todo a nuestro servicio, pero sin nada que poseer, sin nada que
nos ate… y hemos optado por domesticar, dominar, conquistar, abandonando
nuestro ideal, atrapándonos en un mundo cada vez más material, dejando de ser
auténticos, de disfrutar… y optando por
infligir daño a otros, en la consecución de un placer o una importancia
personal.
El caballo nos da la oportunidad, como seres humanos, de
plantearnos que podemos encontrar formas de comunicarnos sin causar dolor, que
la comunicación y la convivencia pueden plantearse de forma diferente, desde lo
que cada ser vivo nos puede enseñar.
Sí, podemos vivir la vida con frenos y monturas, con
anteojeras que no nos dejen ver más allá del
camino que la domesticación nos quiere llevar, y volvernos seres triste,
ansiosos, moribundos.
O…
¡Podemos recuperar nuestro ideal!
Nuestro anhelo de galopar…
bebiendo de la fuente de la vida que nos refleje en nuestra
autenticidad,
desplegando las alas para volar,
hacia esas dimensiones de consenso donde…
la delicadeza surge del profundo deseo de no hacer daño.